
¿Os acordáis de aquel anuncio de televisión sobre un hombre incapaz de controlar su propia mano? Pienso que cualquiera al que le guste escribir se ha sentido así alguna vez; despertándose en mitad de la noche para anotar una idea, añadiendo comentarios en los márgenes de los libros, alimentando un blog que casi nadie lee… en fin. Las razones que nos llevan a escribir son muchas y muy raras, desde el que pretende hacerse rico -¡pobre ingenuo!- al que solo busca placer, pasando por el publicista, el enamorado, el de la mala memoria o el filósofo. Este fin de semana, en el Festival Eñe, organizado por el Círculo de Bellas Artes y La Fábrica, se han juntado un buen puñado de escritores, de los profesionales, y sin que les hayan preguntado, de una forma u otra han respondido.
«¿Por qué escribe usted?», interrogaron, hace muchos años, al poeta chileno Óscar Hahn. La revista había planteado esta cuestión a varios autores de la época para crear algo así como una colección de motivos. Hahn confesó en el Festival Eñe lo difícil que le había resultado responder y recitó, al final de su intervención, el poema que había nacido de aquellas dudas:
Porque el fantasma porque ayer porque hoy porque mañana porque sí porque no porque el principio porque la bestia porque el fin porque la bomba porque el medio porque el jardín Porque Góngora porque la tierra porque el sol porque San Juan porque la luna porque Rimbaud porque el claro porque la sangre porque el papel porque la carne porque la tinta porque la piel Porque la noche porque me odio porque la luz porque el infierno porque el cielo porque tú porque casi porque nada porque la sed Porque el amor porque el grito porque no sé porque la muerte porque apenas porque más porque algún día porque todos porque quizás
Tan importante es para algunos poetas justificar su escritura, que lo hacen ya en el primer poema del primer poemario. Como Javier Gallego «Crudo«, que compartió en el festival su Manual de desvelos:
Escribo mordiendo el aire me muerdo la lengua y trago los desórdenes del verbo las pesadillas sin dueño lo que callo y resuena y cada vez suena más alto tan alto tan dentro tanto que no puedo soportarlo. Por eso escribo. Para no oírme. No escribo para escucharme ni escribo para mí ni para nadie. Escribo porque si no escribo... qué hago.
Pero entonces llegó otro poeta, el gallego Juan Carlos Valle, Karlotti, y dijo algo aún más sencillo: «Escribo para mis amigos». Porque los manifiestos, los ensayos, la propaganda… son para los enemigos, pero la poesía es para hacer disfrutar a aquellos a quienes les tienes afecto. Y los poetas no son otra cosa, afirmó también, que traductores del silencio.

Ya antes del desfile de versos, Juan Goytisolo había inaugurado el festival poniendo algo de luz sobre el asunto: «No hay que escribir para vivir; yo prefiero vivir y trabajar para escribir libremente». A lo que añadió, quizá con otras palabras, que la escritura le puede hacer a uno insignificante, cuando va con la corriente. Y que cuando los motivos para escribir son heterodoxos, por lo tanto, se puede llegar mucho más lejos.
También comprometido, Juan José Millás apuntó que usamos la literatura «para entender la realidad y modificarla» y que, por ello, «todo se complica cuando nos privan de ella y nos obligan a utilizar una neolengua». El tema surgía de una conversación con el director de Amnistía Internacional, Esteban Beltrán, sobre el poder del lenguaje. Como en el régimen totalitarista del 1984 de Orwell, los gobiernos actuales manipulan las palabras para influir en nuestra concepción del mundo. Los recortes se disfrazan de reformas estructurales necesarias, los desahucios son procedimientos de ejecución hipotecaria y a la fuga de cerebros la podemos llamar movilidad exterior.
Pero a mí, movilidad exterior me suena más a viajes en el espacio, a cuentos de astronautas como el de Giovanna Rivero, ganadora del concurso de relatos Cosecha Eñe 2015. Nadie le preguntó a la autora boliviana por qué escribía, pero ella apuntó, poco después de recoger el premio, que entendía la literatura como revelación y autoconocimiento. «Igual que sucede con tantas otras cosas en la vida, lo cotidiano se mezcla con lo sobrenatural y cualquier día descubrimos algo monstruoso en nosotros mismos». Y algo de monstruo sí debe tener Rivero -no a la vista, porque es bien guapa-, cuando su último libro se titula Para comerte mejor.