Qalqilya, el zoo más tétrico del mundo
«¿Es un niño?» Pregunta en árabe, sin despegar la mirada de los huesos. Tendrá unos seis años y agarra fuerte la mano de su padre, frente a la vitrina que encierra un esqueleto que podría ser el suyo. El cristal está marcado con las manitas curiosas de los que han pasado antes por ahí, no más de una docena esta mañana. «¡Claro que no! Es un chimpancé», asegura el padre.
El esqueleto de simio destaca en el centro de una cueva artificial iluminada en verdes, rojos y azules, donde también hay decenas de ejemplares disecados: un cocodrilo furioso, un león enseñando las fauces, osos en actitud amenazante, monos que parecen enfermos de rabia. Ni siquiera en las cebras o las jirafas petrificadas queda rastro de ternura o majestuosidad; los dientes sobresalen más que de costumbre, los ojos falsos brillan de locura inerte.
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