Patricia de Blas
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NOMBRE

Patricia de Blas Gasca

CIUDAD

Zaragoza

EMAIL

patriciadeblasgasca
@gmail.com

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El viejo y el mar, mi primer libro de autoayuda

Santiago es un viejo pescador que lleva ochenta y cuatro días sin pescar un solo pez. El joven Manolín, aunque todavía le idolatra y lo ayuda en todo lo posible, ha dejado de acompañarlo al mar, obligado por sus padres a unirse a hombres con mejor fortuna. El día número ochenta y cinco, Santiago logra que un pez enorme pique el anzuelo y durante dos días enteros libra una dura batalla con el animal, hasta que logra clavarle el arpón y atarlo a su barco para regresar a la costa. Por el camino –ojo que vienen más spoilers-, le atacan varios tiburones. Aunque consigue deshacerse de ellos, uno tras otro han ido mordiendo al pez y solo queda un esqueleto que el viejo ya no podrá vender en el mercado. Mientras descansa en su ruinosa cama, después de dos días de un gran esfuerzo físico sin apenas dormir ni alimentarse, el resto de pescadores admiran la longitud del pez, cuyo espinazo sigue en la playa, amarrado al barco.

el viejo y el mar

Esta historia es la que todo el mundo lee cuando abre la novela El viejo y el mar, de Ernest Hemingway; una narración sencilla, apoyada en acciones y objetos muy concretos, vinculados a la pesca. Pero entre líneas se cuenta otra historia, simbólica, que puede ser distinta para cada lector.

La lectura más superficial puede resultar lenta y aburrida, e incluso algo complicada para el público ajeno al mundo de la pesca, por la gran cantidad de vocabulario técnico. Más todavía cuando uno lee la edición prologada por Luis Sepúlveda -como fue mi caso- y espera encontrar su “acercamiento definitivo a la literatura”, con un personaje “heredero de Prometeo y de Ícaro, de Ulises y de don Quijote de la Mancha”. Aunque desde luego incita a empezar el libro, cuando se trata de lectores inexpertos como yo, el prólogo de Sepúlveda me parece menos acertado que el de Juan Villoro. “La conclusión moral depende totalmente del lector”, dice el mexicano. Y de esta forma invita, desde el principio, a que cada uno construya su propia historia en paralelo a la del viejo Santiago.

Un libro de autoayuda

Para mí, leer El viejo y el mar ha sido como memorizar un libro de autoayuda, de los que nunca compraría; solo que al ser un clásico de la literatura, en ningún momento he sentido la vergüenza de haber acudido al género de los desesperados, ni he tenido la impresión de estar recibiendo lecciones morales de un gurú sacacuartos.

Si hubiera leído la novela en otro momento de mi vida, mi interpretación habría sido distinta. Pero ahora mismo estoy buscando trabajo, en un sector complicado como el periodismo, y parece que el propio Hemingway me estuviera animando a seguir intentándolo. Porque El viejo y el mar, para empezar, habla de la vocación:

“Tal vez yo no debería haber sido pescador. Pero para eso he nacido.”

“El pescar me mata a mí, exactamente igual que me da la vida.”

Y habla, sin sentimentalismos, de la importancia de ser tenaces, de seguir buscando nuestra gran oportunidad:

“Ese banco de peces se me ha escapado. Se están alejando mucho y deprisa. Pero quizá coja alguno extraviado, y es posible que mi pez grande esté cerca. Mi pez grande tiene que estar en alguna parte.”

También da consejos prácticos:

“Debí haber traído una piedra… Debiste haber traído muchas cosas. Pero no las has traído, viejo. Ahora no es el momento de pensar en lo que no tienes. Piensa en lo que puedes hacer con lo que hay”.

Y uno de mis favoritos:

“Miraba al agua y vigilaba los sedales que se sumergían verticalmente en la tiniebla del agua. Los mantenía más rectos que nadie, de manera que a cada nivel en la tiniebla de la corriente hubiera un cebo esperando exactamente donde él quería que estuviera para cualquier pez que pasara por allí. Otros los dejaban correr a la deriva con la corriente y a veces estaban a sesenta brazas cuando los pescadores creían que estaban a cien. Pero –pensó el viejo- yo los mantengo con precisión. Lo que pasa es que me falla la suerte. Pero ¿quién sabe? Acaso hoy. Cada día es un nuevo día. Es mejor tener suerte. Pero yo prefiero ser exacto. Luego, cuando venga la suerte, estaré dispuesto.”

Ya lo dijo Picasso antes que Hemingway: que las musas te pillen trabajando.

En definitiva, para mí El viejo y el mar es un libro de motivación, un manual sobre el optimismo y la perseverancia. Volver a la playa con el pez, cueste lo que cueste, significa no rendirse, porque…

“El hombre no esta hecho para la derrota. Un hombre puede ser destruido, pero no derrotado.”

Otras interpretaciones

La realidad es que El viejo y el mar trata muchos temas. Están presentes todo el tiempo, por ejemplo, la soledad y la vejez. Santiago es un pescador viudo, que se encuentra solo en mitad del océano, echando de menos constantemente la compañía de Manolito, y no sólo por cuestiones prácticas. Es consciente de que su cuerpo ha cambiado, de que no volverá a ganar pulsos para ser llamado El campeón. Pero asume su vejez con entereza, así que también aquí hay algo de autoayuda:

“Ojalá estuviera aquí el muchacho, para ayudarme y para que viera esto. Nadie debería estar tan solo en su vejez. Pero es inevitable.”

“Eran reliquias de su esposa. En otro tiempo había habido una desvaída foto de su esposa en la pared, pero la había quitado porque le hacía sentirse demasiado solo el verla, y en aquel momento se hallaba en el estante del rincón, bajo su camisa limpia.”

“Detesto el calambre. Es una traición del propio cuerpo. Es humillante ante los demás tener diarrea producida por envenenamiento de ptomaínas o vomitar por lo mismo. Pero el calambre lo humilla a uno, especialmente cuando está solo.”

Hablando sobre el libro con amigos y leyendo reseñas en otros blogs, he descubierto interpretaciones totalmente opuestas a la mía, como la del autor de Trotalibros, por ejemplo. El mensaje que él extrae de la novela es que “si se lleva un objetivo, por muy preciado que sea, hasta sus últimas consecuencias, puede resultar inútil”.

Rómulo Parra, en cambio, describe El viejo y el mar como “una parábola sobre un aspecto de la condición humana: la lucha heroica de alguien que es capaz de enfrentar las dificultades de la naturaleza, aunque después de vencerlas deba sufrir las consecuencias de la fatalidad”.

González Porto-Bompiani también apuesta por los significados universales. En su diccionario literario, dice que Hemingway narra “un problema de orden moral y humano, la gran aventura del hombre, llena de riesgos y con muy pocas o casi imposibles compensaciones, el destino de la humanidad que siempre ha sostenido una lucha semejante a la del viejo contra fuerzas superiores”.

Aunque la interpretación más interesante quizá es la de aquellos que ven en el pescador al propio Hemingway y consideran toda la novela como una alegoría del proceso de la escritura. En palabras de Miguel Bravo, “el viejo es también un alter ego de su autor. El gran pez de éste sería su novela, contra la que nada pudieron hacer esta vez los tiburones (¿la crítica, que tan dura fue con su libro anterior?, ¿el público?, ¿los editores?, ¿todos?)”. Santiago solo logra llevar hasta la costa un esqueleto del pez, pero aún así obtiene el reconocimiento del resto de pescadores e incluso los turistas que no saben identificar su presa, igualmente la admiran. Hemingway debió sufrir mucho para volver a alcanzar el respaldo de la crítica, pero peleó contra sí mismo y, gracias a esta novela, pescó un Premio Pulitzer en 1953.